“¡Queridos hijos, los amo a todos! Todos ustedes, todos mis hijos, todos están en mi Corazón. Todos ustedes tienen mi amor maternal y deseo llevarlos a todos al conocimiento de la alegría de Dios. ¡Es por eso que los llamo! Necesito apóstoles humildes que, con un corazón abierto, acepten la Palabra de Dios y ayuden a los demás para que, con la Palabra de Dios, puedan comprender el sentido de sus vidas. Para hacer eso, hijos míos, deben aprender, por medio de la oración y del ayuno, a escuchar con el corazón y aprender a someterse. Deben aprender a apartar de ustedes todo lo que los aleja de la Palabra de Dios y solamente anhelar lo que los acerca. ¡No teman, yo estoy aquí, no están solos! Oro al Espíritu Santo para que los renueve y fortalezca. Oro al Espíritu Santo para que, mientras ayudan a los demás, también ustedes sean sanados. Le pido que mediante Él, sean hijos de Dios y apóstoles míos.”
Luego la Virgen dijo con gran preocupación:
“Por Jesús, por Mi Hijo, amen a aquellos que Él ha llamado, y anhelen sólo la bendición de esas manos que El consagró. ¡No permitan que el mal impere! Repito de nuevo: sólo con vuestros pastores mi Corazón triunfará. No permitan al mal que los separe de vuestros pastores. ¡Les agradezco!””
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