Medicinas Poderosas: Una mirada, la escucha
El verano trae consigo un ambiente de fiesta, sólo que en cada continente de la tierra las estaciones de la naturaleza son diversas, entonces no pensamos en los lugares donde existe gente que padece del frío. Pero existe un frío mucho más gélido y nocivo que el de la naturaleza; es el frío de la indiferencia de los corazones de algunos hombres hacia el dolor de sus congéneres, aquellos que en los rezos llamamos “hermanos”.
Hay muchos grados de tristeza que no pueden ser superados con un par de frases de optimismo, quizá porque no estamos muy habituados a compartir tiempo con personas que por diferentes circunstancias (entre ellas la clínica) su tristeza se convierte en una difícil enfermedad llamada depresión. No es cuestión de una falta o pérdida de fe, muchas veces se trata de una lucha silenciosa con una enfermedad que se “incuba” mucho tiempo atrás.
Lo más importante es ser empático con el dolor del otro, estar atento a la necesidad del “hermano” de ser escuchado y no juzgar ligeramente a las personas que sufren de este dolor como enfermedad del alma, que en realidad es una enfermedad que deberíamos intentar conocer e informarnos para saber cómo poder ayudar. Jesús dijo que las enfermedades ocurrían para mostrar la gloria del poder de su Padre Celestial, en la victoria sobre estas. Jesús nunca hizo brincar de júbilo a un compungido, por el contrario, él se aproximó siempre con la paz verdadera y la serenidad de la escucha y la comprensión del sufriente, dando esperanzas y transformando corazones.
¿Cuántas vidas nos puede encargar Dios para sostenerlas en su nombre? Quizá con un pequeño tiempo de escucha, y como dijo Papa Francisco: Anunciar el Evangelio con la Palabra e incluso antes, con la vida.
Que el dolor de nuestros hermanos nos importe realmente, porque a Dios le importa mucho.
Maratón de Oración
Tu dolor me importa.
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