¡Ven, Espíritu Santo, y renuévanos!
Queridos hermanos y hermanas en Cristo,
Cristo ha resucitado, Aleluya,
Cristo ha ascendido al cielo, Aleluya.
Los discípulos reciben al Espíritu Santo, Aleluya.
De repente, vino desde el cielo un ruido como de un viento impetuoso que llenó toda la casa donde estaban. Aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo.
(Hechos 2:2-4)
El Espíritu Santo desciende sobre los apóstoles para renovar, fortalecer, tranquilizar y dar coraje a los corazones y los sentidos que están temerosos del mundo y sus crueldades. Los discípulos están listos para proclamar al mundo que Jesucristo es el Señor y que a través de Él obtenemos la vida eterna.
El descenso del Espíritu Santo, como se narra en los Hechos de los Apóstoles, siempre ha despertado asombro y curiosidad en nuestra fe. Pero, ¿cuál es su acción?
El Espíritu Santo fortalece nuestra fe al revelarnos las acciones ocultas de Dios en nuestras vidas.
El Espíritu Santo actúa en nuestros pensamientos para poder conectar e intuir la presencia de Dios en los diversos momentos de nuestros días.
El Espíritu Santo instruye nuestras lenguas para que no sean instrumentos de chismes, burlas o condena, sino medios de reconciliación con Dios.
El Espíritu Santo controla nuestros miembros para que cada una de nuestras acciones sea un reflejo del Creador y la sonrisa de nuestro Padre Celestial.
El Espíritu Santo entrena nuestras mentes para buscar la paz cotidiana en nuestras actitudes hacia los demás, preparándonos en esta vida terrenal para saborear las infinitas alegrías del cielo.
El Espíritu Santo está cerca de nosotros en las aflicciones, el trabajo y el cansancio, porque nada puede separarnos del amor de Dios.
El Espíritu Santo busca morada en nuestros corazones, abrámosle. No perdamos esta oportunidad.
124º Maratón Internacional de Oración.
29-30-31 de mayo de 2023.
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