EL MISTERIO DE LA NAVIDAD
Hoy, queridos hermanos, ha nacido nuestro Salvador; alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida; la misma que acaba con el temor de la mortalidad, y nos infunde la alegría de la eternidad prometida.
Nadie tiene por qué sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para el júbilo porque nuestro Señor,, destructor del pecado y de la muerte, corno no ha encontrado a nadie libre de culpa, ha venido para liberarnos a todos. Alégrese el santo, puesto que se acerca a la victoria; regocíjese el pecador, puesto que se le invita al perdón; anímese el gentil, ya que se le llama a la vida.
Pues el Hijo de Dios, al cumplirse la plenitud de los tiempos, establecidos por los inescrutables y supremos designios divinos, asumió la naturaleza del género humano para reconciliarla con su Creador, -de modo que el demonio, autor de la muerte, se viera vencido por la misma naturaleza gracias a la cual había vencido.
Por eso, cuando nace el Señor, los ángeles cantan jubilosos: Gloria a Dios en el cielo, y anuncian: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Pues están viendo cómo la Jerusalén celestial se construye con gentes de todo el mundo; ¿cómo, pues, no habrá de alegrarse la humildad de los hombres con tan sublime acción de la piedad divina, cuando tanto se entusiasma la sublimidad de los ángeles?
Demos, por tanto, queridos hermanos, gracias a Dios Padre por medio de su Hijo, en el Espíritu Santo, puesto que se: apiadó de nosotros a causa de la inmensa misericordia con que nos amó; estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo, para que gracias a él fuésemos una nueva creatura, una nueva creación.
Despojémonos, por tanto, del hombre viejo con todas sus obras y, ya que hemos recibido la participación de la generación de Cristo, renunciemos a las obras de la carne.
Nada de la conscupiscencia se ha transmitido en este nacimiento único, nada se deriva a la misma de la ley del pecado.
Ha elegido a una virgin real, perteneciente a la familia de David, que está destinada a traer dentro de la santa descendencia, que concibió al Hijo, Dios y el hombre , antes por la mente que con el cuerpo. Y por qué , desconociendo el consejo supremo , no se lleno de miedo por un inesperado embarazo, ella aprendió de la entrevista con el angel, que el Espíritu Santo tiene que trabajar en ella. Ella no cree que se trate de una ofensa al pudor, el convertirse tan pronto como sea posible en la madre de Dios, Aquella a quien la promesa de la obra de fecundidad del Altísimo , ¿cómo podría dudar de la nueva manera de engendrar ? Su fe, ya perfecta, se ve reforzada por la declaración de un milagro anterior: una fecundidad inesperada se le da a Elizabeth, ¿por qué dudar le dará una hijo a la Virgen, ya que ha concedido a la estéril que no había podido concebir.
( De: San León Magno primer discurso, en la Natividad del Señor)
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